Cómo conocí el coaching

El coaching llegó a mi vida como suelen llegar a veces las cosas importantes, por azar. Cuando estaba de baja maternal, mientras disfrutaba de esa maravillosa época en la que tienes todo el tiempo para poder dedicárselo a tu bebé, estaba tan llena de energía y fuerza, a pesar del cansancio físico, que empecé a plantearme estudiar algo más. Al principio surgieron las dudas, los miedos, la autocensura, pero poco a poco comencé a investigar a buscar opciones.

No tenía claro qué quería estudiar pero me apetecía hacer algo de desarrollo personal. Muchas ideas se me pasaron por la cabeza en esa época, hasta que un día vi un master de coaching. No tenía ni idea de qué era eso, pero quería saber más. Empecé a leer sobre qué es el coaching y para qué sirve, y había conceptos que me resultaban interesantes. Y al final, solicité información en 2 o 3 sitios.

Cada día que pasaba me sentía más ilusionada con la idea, y cuando me contaron en persona qué era eso del coaching, y cómo se trabajaba, comencé a vibrar.

Lo que me estaban contando no tenía sólo que ver con la parte empresarial, para mí, todo era aplicable a mi vida personal, y principalmente a mi faceta de ser madre. Un coach y una madre tienen muchas habilidades en común, los dos escuchan con plena atención, empatizan con lo que te pasa, te ayudan a buscar opciones, creen incondicionalmente en tus capacidades para lograr lo que te propongas en la vida, y te animan ante las adversidades.

Era el complemento perfecto para mejorar en esa área de mi vida que tanto me gustaba. Si tenía más herramientas para gestionar mis propias emociones y entender las emociones de los demás, sería mucho más fácil ayudar a crecer a mi hijo. Porque ser madre es mucho más.

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